De nuevo los medios de comunicación nos bombardean con los resultados obtenidos por España en el Informe PISA. Más de lo mismo; España se sitúa por debajo de la media de los países de la OCDE, en una situación similar a la que refleja el Informe.
Es evidente que los resultados son mejorables; el negarlo sería irresponsable, sin embargo no debemos dramatizar y sacar conclusiones tremendistas que, fuera de contexto, hacen mucho daño a la educación en general y a los docentes en particular.
Es obvio que en los últimos treinta años la enseñanza ha pasado a ser obligatoria hasta los 16 años y que el nivel cultural de las familias es determinante en los resultados escolares; pero también es cierto que si analizamos los sistemas educativos con mejores resultados, el nuestro está tomando una nueva dirección; quizás la autonomía y la evaluación de los centros son los dos retos que tenemos que solucionar. Los países con mejores resultados tienen sistemas inclusivos y ofrecen una enseñanza personalizada, donde “los suspensos”, al contrario que en España, son anecdóticos. En España este tipo de enseñanza es muy cara por la heterogeneidad del origen social del alumnado; mientras que en Finlandia, paradigma de la personalización, el gasto por alumno es más bajo porque el alumnado es bastante homogéneo.
El sistema educativo debe afrontar, entre otros retos, el de buscar un acceso a la docencia que garantice la “calidad del profesorado” y para que contar con buenos expedientes docentes habrá que avanzar en el reconocimiento social; reflexionar sobre el modelo del centro del siglo XXI y sobre el papel de los equipos directivos y de la inspección. También sobre la participación de la comunidad educativa y la autonomía escolar ,sí como la construcción de nuevos centros y la adaptación de los ya existentes, para que el alumno que entre a los tres años pueda permanecer en el mismo centro hasta los dieciocho y, por supuesto, profundizar en la evaluación y en la autonomía de los centros.
Es evidente que los resultados son mejorables; el negarlo sería irresponsable, sin embargo no debemos dramatizar y sacar conclusiones tremendistas que, fuera de contexto, hacen mucho daño a la educación en general y a los docentes en particular.
Es obvio que en los últimos treinta años la enseñanza ha pasado a ser obligatoria hasta los 16 años y que el nivel cultural de las familias es determinante en los resultados escolares; pero también es cierto que si analizamos los sistemas educativos con mejores resultados, el nuestro está tomando una nueva dirección; quizás la autonomía y la evaluación de los centros son los dos retos que tenemos que solucionar. Los países con mejores resultados tienen sistemas inclusivos y ofrecen una enseñanza personalizada, donde “los suspensos”, al contrario que en España, son anecdóticos. En España este tipo de enseñanza es muy cara por la heterogeneidad del origen social del alumnado; mientras que en Finlandia, paradigma de la personalización, el gasto por alumno es más bajo porque el alumnado es bastante homogéneo.
El sistema educativo debe afrontar, entre otros retos, el de buscar un acceso a la docencia que garantice la “calidad del profesorado” y para que contar con buenos expedientes docentes habrá que avanzar en el reconocimiento social; reflexionar sobre el modelo del centro del siglo XXI y sobre el papel de los equipos directivos y de la inspección. También sobre la participación de la comunidad educativa y la autonomía escolar ,sí como la construcción de nuevos centros y la adaptación de los ya existentes, para que el alumno que entre a los tres años pueda permanecer en el mismo centro hasta los dieciocho y, por supuesto, profundizar en la evaluación y en la autonomía de los centros.
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