En este contexto socioeconomico, y con organismos internacionales como la propia OIT, contradiciendo las previsiones económicas del Gobierno, y que afirman que en este año 2014 volverá a ser un año de destrucción de empleo. La sociedad española da muestras de cansancio y necesitamos un rearme ilusionante que afecte desde política a las propias instituciones ; y que, además, sea capaz de fijar los objetivos del futuro y generar una nueva cultura a la hora de gestionar la cosa pública y de profundizar en la democracia.
Algunas decisiones judiciales desconciertan socialmente. Las luchas personalistas en el seno de las estructuras judiciales nos dejan perplejos y no podemos entender como jueces son separados de la judicatura, o bien sentados en el banquillo ante otros jueces, mientras el hecho delictivo sigue impune. La Monarquía cada vez es menos valorada por los españoles; los partidos y sindicatos que tienen (que tenemos) que buscar una renovación permanente. En este sentido iniciativas como las de organizar "primarias" suponen un respaldo importante para aumentar la credibilidad y la legitimidad de los candidatos. Temas como la "limitación de mandatos" y la publicación del "estado de cuentas" de las organizaciones, ayudarían en la línea de la renovación y de la transparencia.
La propia configuración del Estado aún está por definir, y me temo, que con la actitud del Gobierno del PP, opuestos a la negociación y con una exclusiva estrategia del "no" y de la "imposición", aumentarán los problemas del Gobierno con los Gobiernos Autonómicos. La influencia de la Iglesia en las decisiones gubernamentales sigue existiendo en nuestro país, y para que la democracia sea de calidad el Gobierno tiene que ser independiente de la Iglesia; en este sentido estamos más cerca del Norte de Africa que del Sur de Europa.
Los temas de corrupción que afectan tanto a los partidos, sindicatos o a la propia Administración, responden a una cultura que debemos erradicar entre todos; separando inmediatamente de las organizaciones a los responsables y esperar a las decisiones judiciales para extender las exigencias de responsabilidades. En este sentido, y a la hora de exigir responsabilidades, las organizaciones no deben basarse en los juicios paralelos que ciertos medios de comunicación realizan, más interesados en que desaparezcan algunas organizaciones de la sociedad y mermar la participación y defensa de la ciudadanía, que en buscar la verdad.
Al amparo de los movimientos ciudadanos que surgieron como rechazo a las medidas que el Gobierno ha ido tomando por exigencia de Europa, surgen una serie de movimientos políticos con aspiración a presentarse a las elecciones políticas. Nada que decir desde el punto de vista democrático, pero unas dudas me surgen, ¿se contrarrestarán unos a otros?, ¿dividirán el voto de la izquierda?, ¿los partidos clásicos, analizarán las causas de por qué han surgido estos movimientos políticos?. ¿Somos conscientes que para rechazar la política económica del Gobierno debemos "sumar" respetando a cada organización su propia idiosincrasia y su propia identidad?.
Con todos estos problemas, parece que hay motivos suficientes para dar un nuevo impulso político y social, y para ello es imprescindible la modificación de la Constitución, y de esta forma ir resolviendo los problemas del siglo XXI. El espíritu de la Constitución de 1978 está agotado.
Algunas decisiones judiciales desconciertan socialmente. Las luchas personalistas en el seno de las estructuras judiciales nos dejan perplejos y no podemos entender como jueces son separados de la judicatura, o bien sentados en el banquillo ante otros jueces, mientras el hecho delictivo sigue impune. La Monarquía cada vez es menos valorada por los españoles; los partidos y sindicatos que tienen (que tenemos) que buscar una renovación permanente. En este sentido iniciativas como las de organizar "primarias" suponen un respaldo importante para aumentar la credibilidad y la legitimidad de los candidatos. Temas como la "limitación de mandatos" y la publicación del "estado de cuentas" de las organizaciones, ayudarían en la línea de la renovación y de la transparencia.
La propia configuración del Estado aún está por definir, y me temo, que con la actitud del Gobierno del PP, opuestos a la negociación y con una exclusiva estrategia del "no" y de la "imposición", aumentarán los problemas del Gobierno con los Gobiernos Autonómicos. La influencia de la Iglesia en las decisiones gubernamentales sigue existiendo en nuestro país, y para que la democracia sea de calidad el Gobierno tiene que ser independiente de la Iglesia; en este sentido estamos más cerca del Norte de Africa que del Sur de Europa.
Los temas de corrupción que afectan tanto a los partidos, sindicatos o a la propia Administración, responden a una cultura que debemos erradicar entre todos; separando inmediatamente de las organizaciones a los responsables y esperar a las decisiones judiciales para extender las exigencias de responsabilidades. En este sentido, y a la hora de exigir responsabilidades, las organizaciones no deben basarse en los juicios paralelos que ciertos medios de comunicación realizan, más interesados en que desaparezcan algunas organizaciones de la sociedad y mermar la participación y defensa de la ciudadanía, que en buscar la verdad.
Al amparo de los movimientos ciudadanos que surgieron como rechazo a las medidas que el Gobierno ha ido tomando por exigencia de Europa, surgen una serie de movimientos políticos con aspiración a presentarse a las elecciones políticas. Nada que decir desde el punto de vista democrático, pero unas dudas me surgen, ¿se contrarrestarán unos a otros?, ¿dividirán el voto de la izquierda?, ¿los partidos clásicos, analizarán las causas de por qué han surgido estos movimientos políticos?. ¿Somos conscientes que para rechazar la política económica del Gobierno debemos "sumar" respetando a cada organización su propia idiosincrasia y su propia identidad?.
Con todos estos problemas, parece que hay motivos suficientes para dar un nuevo impulso político y social, y para ello es imprescindible la modificación de la Constitución, y de esta forma ir resolviendo los problemas del siglo XXI. El espíritu de la Constitución de 1978 está agotado.
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